7.30h. Algo de ojeras, reflejos de una noche larga, nerviosa. Nada que no pueda camuflar con un poco de corrector. Los nervios son más difíciles de disimular.
Noche de repaso mental con preguntas posibles e inverosímiles: 20 años, sí. Me defiendo en inglés, sí; me encanta aprender, pero aparqué los estudios al llegar Tania y los retomé en cuanto pude, terminando secundaria por las noches, era el mejor horario disponible mientras trabajaba cubriendo algún fin de semana de camarera o dependienta y me ocupaba de Tania. Sí, tiene ya 4 años. Sí, soy madre soltera.
¿Por qué nunca preguntan por las ganas de aprender? ¿Cómo se consigue la tan deseada experiencia si nunca nadie te da una oportunidad para empezar?
Me miro las manos esperando que no me traicionen. No soporto los tonos condescendientes, ni la mirada baja con ese ‘ya’ vacilante y las largas pausas. Tampoco los paternalismos. Sólo busco un trabajo, una oportunidad. Me sudan las manos. Sé que puedo hacerlo bien, muy bien, soy resolutiva y ganas no me faltan por mí y por Tania. ¿Cómo hacérselo saber?
9h. Llega el momento. Esperando frente a la puerta del despacho veo desfilar a muchas chicas, algunas de mi edad. Llegan al trabajo. ¿Podré llamarlas algún día compañeras? Repaso mental: tengo mi CV, no tengo experiencia en el puesto, pero me sobran las ganas. He buscado mil veces la empresa en internet, sé que hacen, tengo don de gentes, puedo hacerlo. Mis nervios no me abandonan… El beso de mi hija deseándome suerte tampoco.
Ahí está. Me hace entrar en un despacho atestado de libros. A mí también me encanta leer. Comienza la entrevista.
Según Euroestat, el 38,3% de los jóvenes menos de 25 años estaba en paro en 2020. Las mujeres, madres solteras o con menores a su cargo y con bajos niveles educativos son las más perjudicadas por un mercado laboral que las suele dar la espalda
10.15h. ¡Mamá, me han cogido! Mi primer trabajo al que llamar como tal. Por fin un horario, un sueldo, un paso más de autonomía e independencia… Una oportunidad. No se van a arrepentir.
